Lucas Ezequiel Ojeda

Lucas E. Ojeda

Sobre Bariloche


Hace casi 2 meses que me vine a vivir a Bariloche.

Para este año mi planeaba mudarme a un departamento con más espacio en capital federal pero la pérdida de una persona cercana hizo que reconsiderara todo y que me diera cuenta que no podía estar más en esa ciudad ni ser feliz ahí. Quizás en parte como forma de escape, lo reconozco, pero a veces “escapar” es lo único que queda.

Supongo que es otro caso típico más de enfrentamiento súbito con la mortalidad, lo corto de la vida y uno de los baldazos de agua fría y piñas que te puede dar la vida para hacer giros 180° que deberías haber hecho antes y no seguir como si nada hubiera pasado.

La primera vez que vine fue en 2011 en un viaje de mochileros con amigos habiendo tomado el tren patagónico desde Viedma, un viaje de 15hs. En ese momento una aventura increíble. Una que no repetiría 14 años después porque mi espalda no soportaría dormir 5hs en el pasillo de un tren. Pero sacando pasaje, tiempo y gusto por disociar mirando por la ventana lo recomiendo.

Volví más de 6 veces en distintos años después de aquella vez, tanto verano como invierno. En todas reconfirmaba que alguna vez me mudaría o al menos vendría a morirme.

De mi experiencia hasta ahora acá siento que muchas personas replicamos el experimento de Calhoun sobre el drenaje conductual

[!El experimento de qué?] Muy brevemente, consistió en colocar ratones en un entorno ideal sin escasez de comida, agua ni refugio. Inicialmente, la población creció rápidamente, pero con el tiempo surgieron conductas anómalas para ratones: agresividad, apatía, fallos en el cuidado de las crías. A pesar de las condiciones perfectas, la sociedad colapsó y la población se extinguió. Fue interpretado como una advertencia sobre la superpoblación y la degradación social en entornos sobrecongestionados. No todo lo que se observa en ratones puede ser extrapolado a humanos bla bla bla pero se entiende a lo que voy.

Siendo la sobrepoblación al vivir en ciudades tan masivas poblacionalmente como es hoy Buenos Aires con el conurbano la raíz de parte de la ansiedad que sufría allá por los constantes ruidos, apuro, ritmo frenético, sensación, correspondiendo a la realidad o no, de siempre tener demasiada gente a 100m a la redonda.

Hay gente a la cual esto realmente no le molesta, creen que no les molesta, les hace bien o desarrollaron mecanismos de defensa o “afrontamiento” (coping mechanisms?) para tolerarlo, porque lamentablemente no es fácil irse de donde uno nació, tiene sus contactos, su trabajo, etc.

Mi punto no es un ingenuo y básico “hay que dejar todo e ir a donde uno es feliz ✨” cual influencer de redes, pero sí que tenemos normalizadas muchas características de las ciudades que no son compatibles de ninguna forma con la naturaleza humana (si no creés que existe la naturaleza humana es válido pero en esta página creemos que sí).

Cuántos lugares para estar verdaderamente solo y en silencio, sin contar la vivienda de uno (que en muchos casos, ni siquiera), hay en Buenos Aires y alrededores? Se me ocurren cementerios (sin contar el de Recoleta), partes del Parque Sarmiento, la Reserva Costanera Sur y no muchos más. Cuántos hay donde uno puede perder la mirada hacia el horizonte (qué profundo)? La costanera o haciendo 1h 30 hacia el campo. Cosas que alguien sin auto o que vive demasiado lejos se le hace imposible o demasiado incómodo.

Son ejemplos básicos que fui acumulando estos meses de pensar sobre esto. De nuevo, hay quienes no les molesta, creen que no, no les importa, pero para mi es algo que afecta a más gente de la que se cree, solo que puede ser otro caso de condiciones no llevadas al consciente ni verbalizadas pero que existen al fin y al cabo.

Si bien todavía sigo en una especie de luna de miel que acompaña a todo cambio hacia un ambiente novedoso, siento que soy una de esas tantas personas que no pueden tolerar vivir en lugares tan masivos como el AMBA salvo sea con algún tipo de vicio para tolerar el quilombo, la sobreestimulación, la falta de espacios realmente tranquilos y paisajes que despierten el sentimiento sublime.

Tarde o temprano me va a llegar el maldito y bendito acostumbramiento a todo que tenemos las personas. Pero prefiero acostumbrarme a esto que a la vida en BA. Y si no es acá donde tengo que estar probaré en otra parte.


Las montañas, junto a los bosques y lagos patagónicos, desde la primera vez que los vi y recorrí me despertaron este sentimiento “sublime” que menciono.

Y este último mes acá empecé a pensar que algo similar debe sentir la gente religiosa cuando rezan, ven simbología relacionada a sus creencias, forman parte de ritos, etc. Nunca me salió el creer un Dios, varios, o seguir una religión y eso que lo intenté. Hasta intenté leyendo la biblia a principio de este año buscando aferrarme a lo que sea en el momento que me encontraba más cerca del vacío y la falta de sentido.

Pero saliendo mucho más seguido a la montaña y bosques me encontré con un sentimiento que, por las descripciones que leo de la gente religiosa, es bastante similar al que ellos tienen cuando se sienten en comunión con su dios o dioses.

No es que le rezo a las montañas, pero estando en los bosques de acá o en una cumbre apenas tengo ese discurso interno constante como lo tengo cualquier día producto de las preocupaciones, ansiedad, planes y demás emociones y fenómenos cerebrales en parte necesarios para la vida moderna. Siento que la vida tiene todo el sentido del mundo, que todo es como debe ser y que nada me falta. Me resetea para el resto de los días, me ancla, podría decir.

Cómo conté al principio. Fue algo decidido de un día para el otro debido a lo que pasó. Si bien tuvo algo de planificación, el 30 de diciembre de 2024 pensaba que en marzo tendría que estar buscando a dónde mudarme en capital y 1 semana después estaba sumido en un principio de depresión decidiendo dejar de posponer lo que quería hacer desde adolescente.

Entre mis miedos antes de venir estaban:

Qué se yo. Capaz si andás en una mal hace mucho, ya probaste con años de terapia, terapias alternativas, unirte al enésimo taller de {algo} o lo que sea, distintos vicios y aún asi no te encontrás… quizás el problema sea el ambiente en sí. Si tenés la posibilidad de moverte, está bueno intentarlo.